Hace unos años, llegó a mi ciudad una exposición itinerante de la Fundación La Caixa que se llamaba Los Aromas de Al-Andalus. Me pareció una auténtica maravilla. En una de las secciones había dispositivos con los que podías oler muchas especias (entre otras sustancias) y, además, tenían una breve leyenda en la que daban información sobre cada una de ellas.

De todas ellas, me llamó la atención lo que leí sobre el cardamomo. Por supuesto, lo conocía; la cocina andaluza suele acompañarse con especias así que sí que sabía de ella, pero me sorprendió leer que los árabes añadían cardamomo al café para agasajar a sus invitados tras la comida.

Me encanta el café pero tengo que decir que soy muy sosa porque, hasta ese momento, no había pensado nunca en añadirle especias.

El cardamomo llegó a Europa procedente de la India hacia el 1200 y es una especia muy versátil porque se utiliza, además de para elaborar curry, para hacer todo tipo de platos dulces y salados así como para aromatizar bebidas como el té y el café. A este último le añade propiedades de tonico cardíaco y antiflatulencias.

Se la conoce como la especia digestiva por excelencia y se la usaba para estimular el apetito en personas decaídas y en infusiones y tisanas se utiliza para facilitar digestiones y como protector de estómago. También se mordían sus semillas después de comer para combatir la halitosis. Además, tiene propiedades beneficiosas para el sistema respiratorio y es usada como analgésico. Un estudio reciente ha demostrado que tanto el cardamomo como la canela ayudan a prevenir el cáncer de colon. Por si todo esto fuera poco, también se le atribuyen propiedades afrodisíacas.

Como puedes ver, ¡no se puede pedir más a unos pequeños granos!

Si te gusta la respostería, te recomiendo probar a poner semillas de cardamomo en una ganache de chocolate blanco: le regala un toque realmente especial y estoy segura de que te va a encantar. Si lo pruebas, cuéntamelo ;-).